Hablar de más, echar de menos

Las cosas claras y el chocolate espeso, pero bien, las cosas se espesan con los problemas y el chocolate, con leche se aclara. También dicen que del dicho al hecho hay un trecho, ¡qué cierto! La facilidad para la palabra resulta asombrosa en algunas personas, que posteriormente, con descaro todo lo desmienten. Es inevitable no acordarse de quien hace promesas con palabras y pone de barrera la distancia.

Su melena oscura y sus ojos claros, es preciosa, pero muy miedosa. Critica a las espaldas y miente a la cara, personalidad nula, sin duda. Mis ganas de verla, besarla y acariciarla, pero sobre todo mis ganas de decirle que la quiero. No obstante, el amor no correspondido no es bien recibido. Así una decide alejarse de estas personas, cuyo único fin es hablar de más, mientras tú las echas de menos.

El invierno del verano.

Algunos veranos se llenan de inviernos, la Luna sale de día y las flores se marchitan. A veces ni amanece, la Luna desaparece y la oscuridad penetra por tu ventana, aun teniéndola cerrada. Tu inseguridad ya me desprecia, ni de lejos quisiera dos estaciones en mezcla, pues me confunde el calendario y me deprime a ratos. Las paredes escuchan los llantos, que a las tantas se apoderan de la casa. Parece que se aleja la felicidad de aquellos años. Ha tomado impulso la nostalgia de antaño, se lleva mi pulso y con él mi discurso.

Y aún quedan resquicios de aquellos vicios del verano, ya ni pensarlo quiero, pues a mis años me he dado cuenta de que todo ha cambiado.

Mil fenómenos naturales te desbordan y a tu familia tiras por la borda, sin ser tú consciente, te traiciona el subconsciente. Ya no se dice nada decente, me pregunta por ti la gente, no sé qué decir. Crees en los extraterrestres antes que en la muerte. De la realidad me alejo por el camino contrario, empiezo a contar los días para el fin del verano. Mi odio hacia ti se apodera de mí y yo, no puedo contrarialo.

Orgullosa de mi orgullo.

Cree en tí misma, los demás no lo harán.

Y a decir verdad, ¿quién no se ha sentido

alguna vez hundida y deprimida?

 

Reprimimos lo que sentimos, y así vamos,

persiguiendo nuestro orgullo,

mientras cerramos puertas con llave.

 

Busca tú la clave, que yo ando buscando

mi orgullo en vano

y por ningún lado lo hallo.

 

¿Quién sabe dónde se halla? ¿Dónde para?

Algún amor lo reclama con ganas, y yo,

que he sido la única culpable de la pérdida,

también me pierdo, pues miento por momentos.

En lo oscuro, orgullosa de mi orgullo.