Locamente mi locura me tortura a su manera,
sin saber siquiera
si el amor que me espera
merece o no la pena.
Si entre mis días de demencia
no perdí la paciencia,
tendré la decencia
de recordar tu presencia.
Este mar de lágrimas,
por el que han pasado todas mis rimas,
convertirlo ahora intento en sonrisas.